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08 Junio 2015

El Hospital San Rafael organiza el 1er Curso de Exploración Básica de Patología del Aparato Locomotor para Atención Primaria

14 Enero 2011

La marcha nórdica, también conocida como marcha con bastones, es un deporte que tiene sus orígenes en los años treinta, cuando los esquiadores de fondo empezaron a practicarla en sus entrenamientos de verano y otoño para mantenerse en forma a la espera de la nieve. Posteriormente se ha ido popularizando en muchos países como alternativa a las caminatas urbanas o al senderismo, aunque en nuestro entorno sigue siendo una actividad minoritaria.

Sin embargo, el Hospital y el Centro de Atención Primaria Sant Rafael (Barcelona) han apostado por la marcha nórdica como estrategia para mejorar la calidad de vida y la salud de los pacientes mayores con dolor crónico y factores de riesgo cardiovascular. El proyecto se inició en el servicio de rehabilitación del Hospital de Sant Rafael, liderado por Alejandro Pasarín, y está siendo desarrollado de forma conjunta con el CAP. Según rememora Maria Basom, médico de familia, «la idea surgió porque tenemos un grupo de población envejecida, con bastante dolor crónico, muy demandantes y que a pesar de haber pasado por programas de rehabilitación y ser tratados con analgésicos y otros fármacos no mejoraban».

Los expertos consideran que en este perfil de pacientes la marcha nórdica supone una serie de importantes ventajas respecto a andar, que es una de las actividades físicas preferidas por la población de más edad. Según destaca Daniel Brotons, presidente de la Societat Catalana de Medicina de L'Esport, la marcha nórdica supone la movilización de más músculos al caminar, especialmente los de brazos y espalda, requiere poner en práctica habilidades relacionadas con la coordinación y el equilibrio, disminuye el impacto sobre las articulaciones de las extremidades inferiores y, si se compara con andar, incrementa el gasto cardiaco hasta en un 22%, la frecuencia cardiaca en un 16% y el pulso de O2, todo ello incluso a una velocidad 0,3 km/hora inferior a la de la marcha normal. Según destaca Maria Bosom, para que se produzcan los efectos saludables los pacientes deben practicar la marcha nórdica al menos 150 minutos y con un mínimo de 10 minutos seguidos sin que tengan necesidad de pararse a descansar.

Los buenos resultados obtenidos con los primeros grupos de pacientes han animado a los organizadores a iniciar un estudio clínico, de un año de duración, que incluye a 150 pacientes mayores de 60 años con dolor crónico o con factores de riesgo cardiovascular con el objetivo de reducir la acción patógena del sedentarismo sobre el aparato locomotor, mejorar el control de los factores de riesgo cardiovascular y su calidad de vida. La mitad de ellos participarán en el programa de marcha nórdica y la otra mitad, procedente de un centro de salud vecino, funcionará como grupo control.

El programa se inicia, según explica Boson, «en el CAP, donde un especialista en medicina deportiva del hospital, un médico de familia y una enfermera realizan el estudio previo del estado de salud de los pacientes y de su consumo de analgésicos y se les aplican escalas de medición del dolor y de calidad de vida, lo que nos da una visión más completa de cómo se siente la persona». Tras esta revisión, la iniciación propiamente dicha empieza con un cursillo de seis semanas de duración, con dos sesiones semanales, impartido por fisioterapeutas del Hospital de Sant Rafael, que enseñan a un reducido grupo de pacientes cómo realizar un calentamiento previo, la técnica de caminar apoyándose en bastones y los estiramientos adecuados al finalizar la sesión y les acompañan y tutelan en las primera salidas por los alrededores.

El estudio, que finalizará el próximo mes de septiembre, intentará desvelar los efectos de la marcha nórdica sobre el peso corporal, frecuencia cardiaca, presión arterial (previa, durante y tras el ejercicio) y niveles de glucemia y también se aplicará a los participantes la escala Oswestry (valoración del dolor lumbar y de miembros inferiores), la Escala de Lequesne (medición del dolor durante la movilización), una encuesta de satisfacción y se valorará la ingesta de medicamentos y su demanda de asistencia.

Como ocurre en cualquier grupo de población sedentaria que intenta iniciarse en un programa regular de ejercicio, el índice de abandono entre estos pacientes es elevado, pero también existe la necesidad de dar una salida a aquellas personas que tras la iniciación quieren proseguir con este actividad sin saber muy bien cómo hacerlo. Para ello, desde el CAP se ha ayudado a poner en marcha la Associació Marxa Nòrdica CAP Sant Rafael, presidida por Ferran Molida, uno de los pacientes pioneros, que organiza la realización regular de salidas, ya sin personal sanitario, por el barrio. La Asociación también dispone, gracias a las gestiones realizadas desde el CAP, de una serie de bastones que los socios pueden alquilar por un precio simbólico y que acaban siendo de su propiedad tras haber realizado un número determinado de salidas.

Aunque no se dispondrá de datos hasta después del verano, la charla informal con los nuevos adeptos a la marcha nórdica muestra que se sienten altamente satisfechos y orgullosos de esta afición, que les permite realizar ejercicio, sentirse mejor físicamente y al mismo tiempo compartir tiempo y diversión con otras personas de perfil parecido. Aunque Maria Basom y Alejando Pasarín coinciden en la importancia que tiene promover y apoyar la asociación para que los pacientes puedan continuar practicando juntos la marcha nórdica, ambos destacan la dificultad que entraña su próximo reto: conseguir que la Asociación acabe por desvincularse totalmente del CAP y pase a ser una actividad ciudadana autogestionada por los socios.

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