Vicenta Palanca, Vicen, de 54 años y vecina de Moncada, nos relata cómo el taller le cambió la visión de su realidad y su perspectiva de futuro. Vicen no llegó a la menopausia con depresión, depresión que si le había afectado unos años antes cuando le fue diagnosticado un cáncer de mama que obligó a que le practicaran una mastectomía. Superarlo le hizo fuerte, pero, como tantas mujeres, afrontó la fase de envejecimiento reproductivo desorientada, con muchas dudas y asumiendo que suponía el inexorable declive. Algo cambió cuando conoció cada uno de los casos de sus 14 compañeras de taller por boca de las protagonistas. «Al conocer la experiencia de las demás mujeres encuentras ayuda para comprender que lo tuyo no es un problema sino una nueva etapa. Compartes experiencias, explicas lo de la sequedad... ¡y te entra la risa!».
La selección de las asistentes se realiza en función de sus vivencias en relación al climaterio o por la sintomatología climatérica que presentan. Las dos ediciones anuales que se celebran se basan en un único axioma: «se trata de evitar la dependencia del sistema que en algunos centros de salud se ha dado durante muchos años», explica Amparo Fraile, matrona del Centro de Salud y coordinadora del curso.
A lo largo de ocho sesiones, un profesional experto introduce un tema de reflexión que es seguido de un debate con las asistentes. Se les introduce en los beneficios de una cocina equilibrada y sana. Una alimentación repartida en cinco comidas a base de leche y lácteos desnatados o poco curados, leches vegetales, carnes poco grasas, pescado, varias piezas de fruta y un par de raciones de verdura al día. También productos integrales o ricos en cereales, legumbres dos veces como mínimo a la semana y litro y medio diario de agua. Las bebidas azucaradas y con gas, así como la ingesta de cafeína, quedan limitadas a la mínima expresión. A la teoría le sigue la elaboración práctica de menús saludables. Vicen Palanca asegura que tras participar en el taller ha adoptado la dieta mediterránea y come con más moderación y equilibrio. «Ahora me tengo que controlar más y bebo mucha leche, cosa que antes no hacía», reconoce. «O eso, o engordar».
La segunda parte del taller consiste en introducir a estas mujeres en la práctica de ejercicio, «ofreciéndoles diferentes opciones para que cada una escoja la que mejor se adapte a su forma de ser», explica la coordinadora. Descartada la bicicleta de paseo por temor a una caída, Vicen ha hecho que los paseos a buen ritmo y la bici estática formen parte de su actividad cotidiana. Para una administrativa como ella, de vida «muy sedentaria», el cambio ha sido a positivo y los días que no hace ejercicio se nota peor. Ilusionada por el cambio ahora se atreve con los bailes de salón, actividad que recomienda disfrutar con la pareja.
Todo ello no ha acabado con los sofocos, esos calores repentinos seguidos de un frío intenso que experimenta pese a la medicación. Pero asegura que le ha ayudado a reconocer que está en otra etapa de su vida. «Así como antes mirabas por tus hijos, que eran pequeñitos, ahora tienes que mirar por ti y disfrutar», recomienda. «Lo que más impacta a las participantes es llegar a entender que es una etapa más de nuestra vida y que tenemos la capacidad para adaptarnos a ella y huir de los mitos que nuestra sociedad ha ido construyendo a lo largo del tiempo», apostilla Amparo Fraile.