21 Enero 2014

Entrevista con Ángel Raya, experto en células madre, para valorar la concesión del Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2012 a investigadores de este tema

29 Octubre 2012

A lo largo de los últimos 15 años las células madre han llenado páginas y páginas no solamente en publicaciones científicas sino también en medios de comunicación dirigidos a la población general, casi siempre alabando el enorme potencial que se les atribuye para curar enfermedades humanas o incluso para generar en el laboratorio tejidos con los que poder reemplazar partes enfermas del organismo.

Lo cierto es que las células madre se utilizan desde hace décadas. Ahí están los trasplantes de médula ósea o, más recientemente, los estudios realizados en pacientes infartados. Pero se trata de células madre adultas, en buena parte de casos obtenidas del propio paciente. Las amplias posibilidades futuras que pueden tener las células madre pluripotentes, las que pueden convertirse en cualquier tipo de células especializadas, aún están por llegar.

Tal como explica el investigador Ángel Raya en el reportaje de este número dedicado al Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2012, ni las células madre embrionarias ni las llamadas células madre pluripotentes inducidas (iPS) –que son las protagonistas del famoso galardón– han demostrado aún tener una aplicación clínica. Tampoco se espera que la tengan a medio plazo. Pero ello no es óbice para que el Comité Nobel haya reconocido el gran valor que tiene su descubrimiento en el ámbito de la investigación, un reconocimiento a la ciencia básica que todavía no ha dado frutos en forma de beneficios terapéuticos, pero que ha abierto enormes posibilidades tanto para continuar investigando como de cara a futuros tratamientos.

En concreto, el Nobel concedido al británico John B. Gurdon y al japonés Shinya Yamanaka se otorga por su descubrimiento de que las células maduras pueden ser reprogramadas para volverse pluripotentes. Se trata de hallazgos separados por más de cuatro décadas. Todo comenzó cuando Gurdon, todavía estudiante en Oxford, experimentaba con ranas y transfirió el núcleo de una célula intestinal a un óvulo, lo que acabó dando lugar a un renacuajo viable. Cuando publicó su artículo en 1962 la comunidad científica no le creyó. El caso es que acababa de desmontar un dogma científico según el cual era imposible dar marcha atrás al reloj de la célula para devolverla a un estado inmaduro y pluripotente.

Hace pocos años Shinya Yamanaja dio otro paso de gigante en este ámbito al conseguir devolver a una célula especializada a ese estado pluripotente insertando en ella cuatro genes seleccionados. En un primer momento también tuvo dificultades para que la comunidad científica le creyera, pero la verdad es que esas células iPS que presentó al mundo y la manera de conseguirlas han abierto caminos en los que se encuentran depositadas muchas esperanzas.

Las iPS también representan un hito en el conflicto ético existente desde hace años sobre el empleo de células madre embrionarias en investigación. Aunque las células iPS no son iguales, también son pluripotentes y han permitido que científicos de diversos países donde la investigación con células embrionarias está prohibida o limitada puedan incorporarse a estos estudios.

Para Ángel Raya el Nobel no tiene por qué premiar investigaciones que representen una cura existente o inmediata para alguna enfermedad. Este año se ha premiado a la ciencia básica: «Puede que estas células no lleguen a utilizarse nunca en un paciente, pero su descubrimiento ha abierto un camino para poder manipularlas y pensar en nuevas maneras que mejoren el bienestar de la humanidad». 

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