08 Enero 2013

«Los que manejan la política no están bien enterados de lo que están haciendo. Cambiar la sanidad española, que es la primera de Europa tanto por su extensión como por su calidad, sin saber porqué... por razones económicas más que de tipo conceptual, es un poco inquietante. Hay dos cosas en la sociedad española que no se deberían tocar: una es la sanidad y otra la educación. Esos dos aspectos, por favor, que no nos lo toquen».

Son palabras de una de las personalidades más ilustres de la historia de la medicina española, José María Segovia de Arana, que acudió al hospital que él mismo contribuyó a crear, el Puerta de Hierro, para expresar su disconformidad con los planes de las autoridades sanitarias que han dado pie al actual conflicto que vive la Comunidad de Madrid.

Buena parte de los profesionales sanitarios están en pie de guerra desde hace semanas, en protesta por el plan anunciado a finales de octubre, según el cual se transferirá la gestión de 6 hospitales y 27 centros de salud a entidades privadas con ánimo de lucro.

En el presente número de 7DM hablamos de esa olla en ebullición que es estos días la sanidad madrileña, así como de modelos de gestión alternativos al clásico modelo administrativo directo que se han puesto en marcha en algunas zonas de la geografía nacional con resultados de lo más diverso. También de ese término que está en boca de todos, «privatización», que cada cual define a su manera o sustituye por eufemismos variopintos.

Como bien dice Segovia de Arana, nuestro sistema de salud es uno de los mejores del mundo. La calidad de los servicios que presta, lo mismo que la de sus profesionales, está fuera de toda duda. Lo que sí están en duda es su futuro, puesto que la sanidad es cada vez más cara y el dinero disponible disminuye.

Por otro lado, el SNS tiene deficiencias que le dificultan adaptarse a nuevas realidades. Probablemente es cierto que necesita reformas importantes para ser más eficiente –un objetivo para el que no estaba pensado cuando se creó, tal como opina el experto consultado, Manel Peiró, vicedecano de Profesorado de la escuela de negocios ESADE–.

Sin embargo, es lógico que la idea de emparejar el ánimo de lucro con un derecho tan sagrado para los ciudadanos como es la sanidad levante todo tipo de suspicacias. Los planes de las autoridades sanitarias madrileñas no significan per se «vender la sanidad», los hospitales seguirán siendo de titularidad pública. Pero que lo manejen entidades cuyo objetivo principal es hacer caja genera una indudable desconfianza. Incluso es fácil pensar que la idea de los responsables sanitarios no es otra que quitarse de encima esa «patata caliente» llamada sanidad que les genera tanto gasto.

Lo cierto es que existen otras fórmulas menos «privatizadoras» que la propuesta de Madrid. Por ejemplo, en Cataluña funcionan desde hace tiempo centros de salud autogestionados por los propios médicos y enfermeros, un modelo en el que los profesionales están implicados al cien por cien, que resulta eficiente y del que los ciudadanos a quienes prestan servicio se declaran satisfechos.

Y es que uno de los principales errores que tienen los políticos a la hora de plantear reformas o recortes –en sanidad, educación, judicatura, policía, bomberos...– es no contar con la opinión de los profesionales ni con su potencial implicación para gestionar los centros donde trabajan. Cualquier reforma sanitaria debería tenerlos muy en cuenta, puesto que han sido el motor que ha hecho evolucionar nuestro sistema de salud, y desde luego cualquier cambio debe estar enfocado a los ciudadanos, pues no olvidemos que la soberanía nacional reside en el pueblo español, tal como reza el artículo 1 de nuestra Constitución, algo que en ocasiones olvidan los políticos cuando les interesa.

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