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Cambio climático y salud

Mientras que la salud personal puede parecer relacionada sobre todo con un comportamiento prudente, la herencia genética, el trabajo, la exposición a factores ambientales locales y el acceso a la atención sanitaria, la salud sostenida de la población precisa de los «servicios» de la biosfera que sustentan la vida. Todas las especies animales dependen del suministro de alimentos y agua, de que no haya un exceso de enfermedades infecciosas y de la seguridad física y el confort que ofrece un clima estable. El sistema climático mundial s fundamental para el mantenimiento de la vida.

El párrafo que sirve como introducción a este reportaje procede del informe «Cambio climático y salud humana: riesgos y respuestas» que la Organización Mundial de la Salud hizo público en 2003. El documento mostraba que a lo largo del siglo XX la temperatura media de la superficie terrestre aumentó 0,6 grados centígrados. Puede parecer muy poco, pero debe tenerse en cuenta que dos terceras partes de ese incremento de la temperatura se produjeron a partir de 1975 y que el calentamiento proseguirá durante el presente siglo, de manera que la temperatura media habrá aumentado en más de 2 grados, suficientes para ejercer un importante impacto sobre la salud de la población mundial, especialmente la que habita en las zonas más pobres y vulnerables del planeta.

Según Joan Grimalt, director del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) y profesor de Investigación del CSIC, el citado aumento de la temperatura en 0,6 grados ha generado un deshielo generalizado en las montañas que también se observa en zonas de los polos Norte y Sur. A causa de este deshielo y del aumento de temperatura de las masas de agua, el nivel del mar ha subido unos 30 cm en el siglo XX. En una conferencia que pronunció en Barcelona en noviembre del pasado año señaló que, «con una probabilidad del 95%, la temperatura media de los últimos años es superior a la observada en los últimos 2.000 años». Al respecto recordó que 11 de los últimos 12 años son los de temperatura media más alta nunca registrada y que el verano del 2003 en Europa fue el más caluroso de los últimos 500 años, con desviaciones mensuales positivas de hasta 7 grados. Según datos de la OMS, citados por Grimalt, estas desviaciones supondrán incrementos de la mortalidad de 22.000-45.000 personas al año, unas 6.000 en España.

Para Aaron Bernstein, pediatra del Children's Hospital Boston y director del curso Salud Humana y Cambio Medioambiental Global en la Universidad de Harvard, «el cambio climático representa uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad en lo que a salud pública se refiere. A medida que las temperaturas sigan aumentando y el ciclo del agua se intensifique, dando lugar a tormentas y sequías más severas, muchos pilares de la salud pública serán presionados hasta su punto de ruptura».

En ello coincide la directora general de la OMS, Margaret Chan, quien en su mensaje del Día Mundial de la Salud de 2008, dedicado precisamente a este problema, calificó el cambio climático como «una amenaza muy directa para la salud». Dijo que el calentamiento del planeta será gradual, pero que los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos –más tormentas, inundaciones, sequías y olas de calor– serán abruptos y se percibirán de forma aguda. «Esas dos tendencias –continuaba– pueden afectar a algunos de los determinantes más importantes de la salud, como son el aire, el agua, los alimentos, un techo bajo el que cobijarse y la ausencia de enfermedades.»

 

Una realidad inequívoca

En sus miles de millones de años de existencia, nuestro planeta ha atravesado innumerables cambios climáticos. La comunidad científica está plenamente convencida de que estamos ante uno de ellos, con la diferencia de que esta vez ha sido el propio ser humano quien lo ha provocado. Esta influencia antropogénica, tal como se conoce, ha sido un tema controvertido y cuestionado, aunque el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) declaró en su Tercer informe de evaluación, que data de 2001, que «hay nuevas y contundentes pruebas científicas de que la mayor parte del calentamiento observado en los últimos cincuenta años es atribuible a las actividades humanas».

Los expertos explican que estamos incrementando la concentración atmosférica de gases que atrapan la energía, lo cual amplifica el llamado «efecto invernadero» natural que hace habitable la Tierra. Esos gases son, fundamentalmente, el dióxido de carbono, procedente en su mayor parte de la combustión de combustibles fósiles y la quema de bosques, así como otros gases que atrapan el calor, como el metano (generado por la agricultura de regadío, la ganadería y la extracción de petróleo), el óxido nitroso y diversos halocarburos fabricados por el hombre.

 

Calentamiento global y alimentación

Con motivo de aquel Día Mundial de la Salud de 2008, Margaret Chan declaró que el cambio climático es incuestionable y que sus consecuencias sobre la salud ya se están notando desde hace tiempo. La OMS, basándose en la opinión de los expertos, distingue cinco grandes efectos sanitarios del cambio climático. El primero de ellos afecta al sector agrícola y, por lo tanto, a la alimentación. La directora general de la OMS dijo en su declaración que el aumento de las temperaturas y la mayor frecuencia de sequías e inundaciones pueden comprometer la seguridad alimentaria. Las previsiones apuntan hacia un incremento de la malnutrición, que será especialmente grave en los países donde hay grandes poblaciones que dependen de una agricultura de subsistencia de secano. «La malnutrición, causada en gran parte por sequías periódicas, provoca ya unos 3,5 millones de defunciones anuales», recordó Chan.

 

Tormentas e inundaciones

El segundo gran efecto es que la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos conlleva un mayor riesgo de mortalidad y de traumatismos por tormentas e inundaciones. Las tormentas e inundaciones son ya, por sí mismos, uno de los desastres naturales más frecuentes y mortíferos.

Además, tras las inundaciones se declaran a menudo brotes de enfermedades, como el cólera, sobre todo cuando los servicios de abastecimiento de agua y saneamiento se han visto dañados o destruidos.

 

Sequías e infecciones gastrointestinales

Del mismo modo, las situaciones de escasez de agua (esencial para la higiene) como el exceso de agua, por precipitaciones más frecuentes y torrenciales, aumentarán la carga de enfermedades diarreicas, que se propagan a través de alimentos y agua contaminados. «Las enfermedades diarreicas –declaró Margaret Chan– son ya la segunda causa infecciosa de mortalidad en la infancia y acarrean alrededor de 1,8 millones de defunciones cada año. Con ella coincide el codirector del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), Jordi Sunyer, en referencia a los dos extremos de las perturbaciones climáticas –sequías e inundaciones– y su influencia en la patología infecciosa gastrointestinal: «Sobre todo tiene un gran impacto en las zonas donde hay dificultad para tratar las diarreas, áreas donde la gente todavía muere por problemas infecciosos gastrointestinales que son prevenibles en todo el mundo desarrollado.»

 

Olas de calor

Jordi Sunyer cita las olas de calor, cuya frecuencia está previsto que aumente, como otro de los grandes efectos del cambio climático. «Su impacto quedó demostrado con la ola de calor de 2003 en Europa –afirma– donde murieron 35.000 personas más de las esperadas en tan solo dos semanas del mes de agosto. Superó de largo lo previsto en aquel momento. Lo interesante es que 2006 fue otro año con aumento de olas de calor, pero en Europa ya se habían establecido planes sobre cómo manejar estas situaciones, con información para los servicios sanitarios y para las residencias de ancianos acerca de cómo actuar. Gracias a ello, tuvieron mucho menos impacto, lo cual nos indica que la preparación, junto con la prevención y la intervención, puede cambiar el impacto de problemas como este.» Sin embargo, para este experto, de nuevo hay que referirse al tema de la mayor vulnerabilidad de los países en desarrollo, puesto que la prevención «es posible en países donde existe una estructura organizativa de servicios sanitarios y sociosanitarios que permiten esa preparación, la cual no será posible en muchas partes del mundo».

 

Propagación de enfermedades infecciosas

Por último, el quinto gran efecto es que la variación de las temperaturas y de la pluviosidad alterará la distribución geográfica de insectos vectores que propagan enfermedades infecciosas. En este sentido, las más preocupantes son la malaria y el dengue, indicaba Margart Chan. Por su parte, Jordi Sunyer explica que el aumento del calor facilita la transmisión de malaria, porque el periodo infeccioso se acorta y la capacidad para infectar aumenta con la temperatura. «Ya hay zonas de África donde, debido a la altitud, no había malaria y ahora sí la hay –añade–. Sin embargo, se trata de un ejemplo complejo, porque el aumento y reagudización de la malaria tienen que ver con otros muchos factores. Por ejemplo, estamos viendo que está disminuyendo la mortalidad por malaria porque se están aplicando políticas para controlarla mejor. De hecho, en España o Italia desapareció hace muchos años y ello no tuvo nada que ver con las condiciones climáticas.»

«Hay otras enfermedades parasitarias –prosigue Jordi Sunyer– que están aumentando su distribución y desconocemos si realmente ello tiene que ver con los cambios climáticos o es por la extensión propia de los vectores. Un tema que realmente preocupa es la redistribución del mosquito tigre y la posibilidad de que aparezca dengue en zonas que nunca lo ha habido. Se trata de una enfermedad que puede ser grave y que está aumentando su zona de influencia. ¿Hasta qué punto los cambios climáticos tienen que ver con esta redistribución? Es algo discutido y no todo el mundo está de acuerdo. En cualquier caso, también en este aspecto la vulnerabilidad es importante, porque en las zonas donde hay más población de riesgo debido a la malnutrición y a la pobreza será mayor el impacto de la aparición de estos vectores.»

 

Mundo rico, mundo pobre

Las diferencias a la hora de enfrentarse a estos problemas son más que patentes entre el mundo rico y el pobre. «Aunque el cambio climático es un fenómeno mundial –manifestó la directora general de la OMS–, sus consecuencias no se distribuirán de manera uniforme. Los científicos coinciden en que los países en desarrollo y los pequeños estados insulares serán las zonas que primero y más gravemente se verán afectadas.»

El codirector del CREAL pone algún ejemplo. Explica que los cálculos de la mortalidad producida por inundaciones con frecuencia ha tenido únicamente en cuenta las muertes violentas causadas por estas catástrofes. «Pero sabemos –apunta– que provocan problemas de salud que van mucho más allá de los ahogamientos, ya que producen infecciones gastrointestinales, con un clarísimo incremento del riesgo de diarreas, y también enfermedades respiratorias debidas al aumento de hongos en las paredes de las casas cuando ya ha bajado el nivel del agua. Tras el huracán Katrina en Nueva Orleans hemos aprendido que las familias que han vuelto a sus casas presentan mayor riesgo de aspergillosis, neumonitis y asma alérgica por la contaminación biológica y química que ha quedado en las paredes. Esto sucederá en zonas desarrolladas, pero sobre todo en las zonas más vulnerables del mundo debido a que estas últimas no tienen capacidad para reaccionar. Si tenemos problemas de agua, alimentos y vectores, las zonas del planeta que no sean capaces de reaccionar serán las más vulnerables.»

En los países desarrollados la principal consecuencia del calentamiento global serán los problemas derivados de las olas de calor, que sobre todo afectan a las personas mayores y a los enfermos respiratorios. «Hemos aprendido –destaca Jordi Sunyer– que la mayoría de la gente que fallece en las olas de calor no muere directamente a causa del calor por deshidratación sino por enfermedad respiratoria y por estrés cardiovascular. Más allá de las olas de calor, en los países desarrollados seguramente tendremos que manejar un abanico de enfermedades infecciosas que de momento sólo vemos de manera importada y que llegaremos a ver de manera endémica».

 

Patología respiratoria y alérgica

Tampoco hay que olvidar la influencia del clima en las enfermedades respiratorias y alérgicas. El codirector del CREAL menciona que los expertos especulan con que, «debido al cambio climático, habrá más épocas de estancamiento del aire, menos ventilación y, en consecuencia, más contaminación atmosférica. Esto debería compensarse con el hecho de que los niveles de contaminación están mejorando o deberían mejorar en las ciudades. También existe una vía de investigación –prosigue– para conocer cómo la contaminación biológica por pólenes está variando debido al cambio climático. Por ejemplo, se han alargado las épocas de polinización. En el sur de Europa actualmente tenemos dos semanas más de polinización que en el pasado, y hay trabajos sobre cómo esto puede tener impacto en las personas alérgicas. De hecho, en la European Respiratory Society hay un grupo de trabajo que está analizándolo y varios autores han observado un aumento de los problemas alérgicos –asma y rinitis– debido a una mayor concentración de pólenes fruto del cambio climático. Este sería un problema respiratorio potencial, aunque creo que todavía es prematuro afirmar que realmente lo es».

 

Necesidad de actuar

La conclusión final es que el cambio climático puede influir en problemas sanitarios que son ya de enormes proporciones, se concentran en gran medida en el mundo en desarrollo y son difíciles de combatir. No obstante, en palabras de Margaret Chan, «todavía es posible reducir la magnitud de sus consecuencias, sobre todo para la salud. La consideración de los efectos sanitarios de esos cambios puede llevar a los líderes políticos a acelerar sus planes para actuar con la urgencia necesaria».

«La OMS –concluye su directora general– reconoce la urgente necesidad de apoyar a los países para hallar la manera de afrontar las amenazas. La mejora de los sistemas de vigilancia y elaboración de previsiones y el fortalecimiento de los servicios básicos de salud deberían traducirse en una mayor protección de la salud. También los ciudadanos necesitan estar plenamente informados sobre los aspectos sanitarios del problema. En última instancia, su preocupación será el mejor acicate para que las instancias normativas adopten urgentemente las medidas oportunas.»

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  • Modificado por última vez en Viernes, 31 Enero 2014 11:10


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