Un año después de la cirugía, con el implante del chip de visión artificial y todo el equipo Argus II, Aurora logra ver como en penumbra volúmenes y sombras en blanco y negro, lo que le permite ganar independencia y movilidad. “De no ver nada he pasado a ver una puerta, una ventana….incluso, por primera vez, el contorno de mi hijo. Ha sido un cambio muy grande”, describe Aurora.
El equipo que lleva Aurora dispone de una cámara de vídeo en miniatura ubicada en las gafas que utiliza y que capta una escena. Las imágenes se envían a un pequeño ordenador en forma de petaca que lleva la paciente, dónde se procesa. Estas instrucciones se transmiten de forma inalámbrica por telemetría al implante retiniano. Una vez ahí el chip convierte las señales en pequeños pulsos de electricidad que pasan por alto los fotorreceptores dañados de la mácula y estimulan directamente las células restantes de la retina, que transmiten la información a través del nervio óptico al cerebro, creando la percepción de patrones de luz. Estos pacientes recuperan una nueva visión, que les posibilita una mejor interacción con su entorno y autonomía.